No vuelvo,
no deseando a mis pasos
el inicio donde una vez
pregunté tu nombre.
No vuelvo,
los sucesos han pasado
e instinto solo es lo que existe.
Es de noche.
Sin hacer ruido,
murmuro una palabra que abre
una grieta en este momento
y se hace cierto aquel instante
antes de hacerse triste.
No he vuelto,
estoy aquí por vez primera.
Yo nunca estuve,
tú nunca te fuiste.
Estoy de pie ante tu puerta
como un hombre nuevo,
con la camisa limpia
y los zapatos viejos.
No tengo un ramo de flores,
sólo pensamientos,
no tengo una corte de pajes
que te ahuyenten la alegría
con su jerga de lobeznos,
vengo sin saber a dónde,
me empuja mi sangre grosera
a punta de sístole y diástole.
A golpes en mi hueco
un músculo se agita
y se sorprende al reconocerse
en su viejo movimiento.
Me duele el lado izquierdo,
¡es la vida!
Te dolió a ti también...
es la herida.
No vuelvo,
todo es extraño.
Soy extranjero en mi propio cuerpo,
pero ya no soy pasajero que observa los campos
huir desde la ventanilla.
Me pregunto cuánto tiempo ha pasado.
Este nuevo reloj que vive en mi pecho
me responde: demasiado.
No vuelvo,
llego.
Tarde pero aquí estoy.
Te veo. Ya es de día.
No te conozco,
tú tampoco sabes quién soy.